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¿Gerentes de felicidad en el ámbito público?

Me llama la atención un titular que juega con la contraposición entre los JEFES – los Gestores tradicionales - y los GEFEs - los Gerentes de Felicidad – y me conduce a una información del diario argentino Clarín[1] – uno de los digitales en español más consultados del mundo – en el que se defiende la figura de los GEFEs, como “guardianes del bienestar del empleado” y en el que se afirma que “cada vez más empresas los incorporan para hacer felices a sus empleados, lo que se traduce en mayor productividad”.

“La felicidad en el trabajo – continúa - puede sonar como un sueño imposible, pero lograrlo es realmente posible. Primero, necesitamos entender lo que no es. No se trata de eliminar todas las cosas malas de nuestro ámbito laboral, se trata de ser feliz en el trabajo a pesar de que algunas de esas cosas malas están presentes”, cita al danés Alexander Kjerulf, autor de “La hora feliz de 9 a 5: cómo amar a tu trabajo”, uno de los principales expertos mundiales en felicidad en la empresa, con clientes como Hilton, LEGO, IKEA, e IBM. “La investigación en 30 países muestra que la felicidad en el trabajo se basa en los resultados y las relaciones”, argumenta el autor.

Y se cita a varios expertos más.

Alejandra Faienza, de DDH Wellness Consulting afirma que un Gerente de Felicidad es “un profesional dispuesto a lograr un buen clima laboral”. Y añade que “los decisores en las empresas deberían llegar a comprender que las personas son su capital más importante, y que para cuidarlas necesitan ofrecer determinados beneficios. Hoy pensar en el bienestar es una oportunidad para hacer que el trabajador sea feliz en forma integral”.

Daniel Colombo, master coach, dice que “la cuestión de la felicidad es central actualmente, puesto que promueve en gran medida la permanencia de las personas en sus puestos, y la salud del clima interno”. El GEFE, añade, “se dedica específicamente a crear un entorno de mayor bienestar en los distintos aspectos del desarrollo del capital humano de una empresa” y conseguiría “generar espacios más participativos, distensión dentro de la jornada laboral, estimular la conexión entre distintas generaciones que hoy conviven en las empresas, desarrollar programas que apuntan al bienestar en general (no sólo en lo salarial) y ayuda a co-crear una realidad de mayor equilibrio entre la vida personal y profesional de los trabajadores”. Colombo defiende que “se necesita tener un programa estratégico de felicidad en el trabajo”, huyendo de hacer acciones sueltas o solo simbólicas. En su lista de tareas estarían, entre otras: “Fijar estrategias para acompañar procesos difíciles que suelen pasar las empresas (fusiones, adquisiciones, reducciones o ampliaciones de personal, mudanzas); (…) Medir el nivel de felicidad dentro de la empresa mediante índices, informes, encuestas y otras metodologías que se pueden implementar.”

Paola Ini[2] desempeña el cargo de gerente de Felicidad en DHL, una de las compañías que se encuentran posicionadas como una de las mejores para trabajar, y tiene bajo su responsabilidad el bienestar de 3.000 empleados: "Nos interesamos por cómo viven, cómo están sus finanzas, su vivienda, sus relaciones y capacitamos a los líderes en coaching para que trabajen cerca de sus empleados, que los conozcan y los ayuden"

Daniel Cerezo[3], un psicólogo social que trabajó en la fábrica de Alpargatas Paez como gerente de "Cultura y Felicidad" durante cinco años, y lidera Creer Hacer, una ONG que trabaja en conjunto con empresarios, el Estado y organizaciones sociales fue invitado por Mauricio Macri a dar una charla frente a ministros y funcionarios tanto de la Nación como de la Provincia de Buenos Aires. “La innovación – dice - permite la creatividad, permite escucharnos, debatir, tener diversidad. La innovación parte de una necesidad, algo estaba configurado de determinada manera y se necesita modificar. Para eso, está bueno innovar lo que permite participar, sentirse parte, identificarse, se traen propuestas y desde ahí, se está innovando, siendo parte de algo y eso genera felicidad.”

Y después de todo lo leído, me planteo: ¿sería posible generar una estrategia para impulsar la felicidad entre las personas empleadas públicas? Y si fuera así, ¿cuánto tardarían los mass media más cutres en defender que ya son - somos - bastante felices teniendo un sueldo garantizado de por vida? ¿y los partidos de la clásica oposición en arremeter contra los avalistas de la idea? ¿y los sindicatos más ancestrales en proponer una cantidad fija a cambio de dejar las cosas como están, como estaban, como vienen estando?

Mientras, desde luego, me quedo con un par de ideas de Daniel Cerezo[4] sobre la pobreza: “La peor pobreza es la incapacidad de proyectarse” y “Hoy los jóvenes buscan ser escuchados y sentirse parte –nunca un recurso– en su lugar de trabajo”. En el ámbito privado y en el público, añado.

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