Esta tarde he
tenido una muy interesante video reunión con buenos amigos expertos en formación
/ aprendizaje de empleados públicos y de directivos, y con expertos
en gestión pública y empresarial, de muy diversos territorios, además, para
analizar las posibilidades de impulsar una unión de esos elementos
dinamizadores para la transformación con la que soñamos.
En un momento, me
ha parecido escuchar – la conexión a veces no era buena - que uno de ellos utilizaba
el término “empujadores” para describir a quienes nos dedicamos a
intentar cambios profundos en el mundo público. Y me ha parecido una
denominación muy adecuada, por lo que tiene de parte manual – un poco
menos del nivel de “artesana” - de la operación a la que nos dedicamos.
Y entonces me he
acordado de los “oshiya” del metro de Japón – hace tiempo casi una
atracción turística en algunas líneas de Tokio, como Keio o Marunouchi, para quienes
se acercaban temprano en días laborables –, o de sus antecesores del metro de Nueva
York. Personas que ayudan a otras, empujándolas, esa era la idea que me
asaltó.
He comenzado a
divagar entonces sobre si, cuando proponemos intensamente la figura de
la dirección pública, el gobierno o la Administración abiertos, la innovación
en los Servicios públicos, otro modelo de aprendizaje, etc., alguien se puede
sentir empujado, de algún modo. Y me he interrogado sobre si eso es bueno o no,
y si algunos de ellos, como los aspirantes a pasajeros de ese vagón de metro ya
repleto de personas, en silencio puede que nos lo agradezcan.
O no. Porque imagino que hay quienes prefieren
que su tren pase de largo. En Japón el estímulo es la puntualidad extrema. Hay
que llegar pronto al trabajo. Y además dentro de unos minutos – tal vez solo un
par de ellos – pasará otro tren y aparecerá otro vagón también repleto, y habrá
un montón de personas dispuestas a ser empujadas para entrar. ¿Cuál es
nuestro estímulo para la transformación cultural y radical que necesitamos?
¿Basta el amor propio? ¿La pertenencia a un grupo de interés determinado?
¿Nuevas leyes que no se cumplan? Parece que no…
Después de la
reunión, mientras flotaban en el aire aun propuestas y alternativas, como vincular
un posible estatuto del directivo público a una estrategia innovadora
de aprendizaje, recordé que, en algunos de los países que cuentan -
profesionalmente o no - con “empujadores”, estos hacen, además, la función de “sacadores”
evitando que se suban pasajeros que han llegado demasiado tarde, o cuando el vagón
está ya a rebosar y hay riesgo físico.
El conductor –
pensé -, atento, siempre, espera una señal de ellos que le permita arrancar
para llegar a la estación siguiente, en la que la escena, probablemente, se repita
mientras no haya alternativas.
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