En las últimas semanas hemos visto un incremento de los
casos en los que algunos líderes políticos han protagonizado un estilo SAK - de
Swiss Army Knife, la clásica navaja suiza - en sus intervenciones públicas,
generando confusiones en la percepción de sus mensajes.
Sabemos que suele ser habitual que una persona que ejerce un
liderazgo político al frente de una institución o de parte de ella, se ocupe de
protagonizar la comunicación pública correspondiente, y que, por otro lado, lo
haga también de un área determinada de actividad, en un territorio, etc., para
la organización política a la que pertenece. Asi que, es probable que, cuando
nos hable de un avance de su institución, de una iniciativa en carreteras,
salud o en investigación, etc., le recordemos también por alguna
intervención partidaria, en una pasada campaña electoral o, incluso lo tengamos
más reciente, por haberle visto en una información sobre un pleno, por ejemplo,
si es que forma parte de un equipo de gobierno. Y ello ya produce cierta confusión
entre su papel institucional y su rol partidario. Pero dado que este segundo
perfil suele ser poco intenso, por frecuencia o contenido, sus efectos no
suelen ser de importancia.
(Es necesario decir al tiempo que, algunos de ellos y ellas,
se preocupan de no mezclar los roles, procurando separar físicamente
– en fechas y lugares distintos…- las intervenciones de tipo institucional de
las apariciones partidarias. Y que los y las más exquisitos, incluso ni
siquiera impregnan sus discursos sobre políticas públicas con la ideología con
la que se identifican, para hacer más nítida la acción de gobierno.)
Sin embargo, últimamente, hemos visto cómo personas de
perfiles institucionales muy conocidos – por ejemplo, un alcalde o alcaldesa de
una gran ciudad, o un o una dirigente de una importante institución pública -,
asumen, sin inmutarse, roles de gran calibre, como la portavocía de su partido,
mediante un efecto SAK style, confundiendo al tele espectador o radioyente
que, al verle u oírle, esperan encontrar a ese o esa edil o dirigente
institucional, o sea, ver una navaja, de la que saldrá una cuchillita, y de
repente aparecerá un sacacorchos de ella, una tijera o un punzón.
Me niego a creer que los partidos políticos no tienen más
militantes con la experiencia y el conocimiento, con las destrezas y las capacidades
de comunicación que requiere una portavocía relevante, y cuya actividad
principal – si es que no puede dedicarse a tiempo completo a ello - no produzca
equívocos. Es más, todos conocemos a algunas personas con dedicación política, de
distintos partidos, por sus actuaciones en el congreso de los diputados, en el
senado o como miembros de las cámaras territoriales y plenos, que
no compaginan tareas o acciones de gobierno y que sobradamente tienen esas habilidades.
Así que la decisión de nombrar perfiles SAK no se deriva de una falta de
candidatos preparados.
Observamos pues que, en ocasiones, para los partidos
políticos que ponen en marcha esa práctica, aprovechar la imagen pública de una
persona, generada en una determinada institución, y ponerla al servicio de otra
finalidad, esto es, utilizar un capital ganado en un entorno, para un destino
diferente, habrá supuesto una enorme tentación, que no han sabido superar.
En estos difíciles tiempos, en los que hay que reivindicar
la buena política, porque la necesitamos como las buenas ciencia y tecnología,
hay que afinar, y extremar el rigor, especialmente cuando se puede y se corre
el riesgo de producir impactos negativos a través de los medios de
comunicación.
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