Hace casi 3 años publiqué “Ante los retos de las grandes transformaciones,
¿qué esperamos las personas directivas públicas de las decisoras?”[1]
artículo en el que se defendía que las personas decisoras – las personas
dedicadas a la política en puestos de toma de decisiones - debían responder
a nueve expectativas: que sean ejemplares, que sean integradoras, que sepan
liderar, que sean innovadoras, que tengan visión estratégica, que prioricen y
rindan cuentas, que sepan comunicar y estar comprometidos con la transparencia,
que cuenten con las y los mejores para generar valor público, que conozcan y respeten
los valores de lo público e institucionales.
La que he colocado ahora en último lugar iba entonces la
primera y especialmente hoy sigo pensando que ese es su lugar, aunque lo haya
alterado aquí precisamente y solo para resaltarla, porque ese es el eje de
estas líneas.
Entonces defendía, y lo sigo haciendo, que las y los líderes
políticos, son personas generosas que atienden demandas complejas, y que
para ello se han de equipar con las nueve capacidades o competencias
relacionadas con esas nueve expectativas para cumplir el alto y relevante papel
que desempeñan.
Así, sin renunciar a potenciar nuevos valores —y tal vez
precisamente para poder hacerlo— de entrada, han de conocer y saber respetar
los elementos que constituyen las referencias intangibles ya existentes y
ponerlas en sintonía con las suyas originales, para buscar puntos de encuentro,
y detectar las que convendría renovar o actualizar. Y ello, tanto para las
personas decisoras que vienen de ámbitos, públicos o privados, diferentes al
que se van a dedicar, como para quienes vienen de otros niveles o estructuras
de la misma organización. Jordi San José i Buenaventura, alcalde de Sant Feliu
de Llobregat (Barcelona) entre 2011 y 2019, en una comunicación al 1er Congreso
Global on Line de dirección Pública Profesional, lo expresaba así en relación
con las corporaciones locales: «resituarse en los entornos conocidos y
propios, y situarse en un nuevo entorno para el que ha sido elegido/a
democráticamente para representar al conjunto de la ciudadanía: ése es el
tránsito que debe recorrer la persona que accede por primera vez a una
concejalía de gobierno; ése es también el tránsito que debe conocer y debe
facilitar el directivo público con el que esa persona tendrá que trabajar codo
a codo.»
Esa actitud es exactamente la contraria a la que se describe
con la frase “entrar como elefante en cacharrería”. Si ponemos en google
esa frase leemos: “Solemos decir que una persona entra como “un elefante en una
cacharrería” cuando lleva a cabo una acción que causa diferentes perjuicios
a su alrededor. Este sería el caso del trabajador que llega a un equipo de
trabajo mostrando un comportamiento que resulta amenazador para sus nuevos
compañeros”.
Desde la Asociación de Dirección Pública Profesional (ADPP) de
España, que actualmente preside Rodrigo Martin Castaño, funcionario de San Sebastián
de los Reyes, venimos investigando y difundiendo a través de diversas
publicaciones y de nuestro Congresos Internacionales la necesidad de que las
direcciones, política y gerencial, de las instituciones públicas, respondan
a altos niveles de integridad desde el minuto uno de su toma de
posesión.
Aquí, diríamos, se ha de venir aprendidos, independiente de
que más adelante se progrese y se potencien las capacidades o se añadan nuevas.
Si leemos un poco los últimos artículos publicados sobre competencias encontramos
otras – o las mismas expresadas de otro modo - como honestidad, conocimiento
multidisciplinar, capacidad de análisis, criterio para delegar y trabajar con
grupos, compromiso, saber escuchar, resolución
de conflictos, ser capaz de negociar, gestión de las emociones, empatía, adaptabilidad…
en fin, todo lo contrario a faltar al respeto, despreciar el talento, coaccionar,
saltarse las normas escritas y las no escritas…
La habilidad global de gestionar recursos públicos incluye
la capacidad de optimizar y gestionar personas, finanzas, información y
otros recursos de forma estratégica y tener la capacidad de responder con
credibilidad, muy singularmente en momentos de cambios políticos como los que
se han producido tras las recientes elecciones.
[1] en la
“Revista Vasca de Gestión de Personas y Organizaciones Públicas”, Núm. 18
zk./2020. Págs. 94-113 or. ISSN: 2173-6405 e-ISSN: 2531-2103
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