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Agencias de descalificación

A todos nos suenan las agencias de calificación o de 'rating', porque de vez en cuando se citan en los medios de comunicación, como entidades privadas cuya principal función es ofrecer información sobre la valoración del riesgo de crédito de una compañía o de un producto financiero.

Pero todavía no se habla abiertamente de las agencias de descalificación, que son aquellas que ofrecen insultos, sátiras o burlas a cada éxito de un gobierno, buscando su descalificación, en conjunto, o de cada uno de sus miembros, e incluso de sus seguidores.

Las primeras operan en abierto e incluso existen registros – como el de la Comisión Nacional del Mercado de Valores – que funcionan en virtud del Reglamento (CE) 1060/2009 del Parlamento Europeo y del Consejo de 16 de septiembre de 2009.

Las segundas son opacas y funcionan al socaire de entidades interpuestas vinculadas, principalmente, a algunas entidades de carácter político o social. Su funcionamiento es sencillo: se dotan de personajes de fácil chascarrillo y escasa moral que trastean hasta encontrar una buena befa o mofa para cada uno de los aciertos de un gobierno. A veces actúan preventivamente, es decir, aunque ese gobierno no haya hecho todavía nada bueno en ese terreno, pero por si acaso, intentan devastarlo. Veamos: ¿que los colegios públicos tienen la obligación de hablar de valores?, pues, lo hagan o no lo hagan, se trata de decir reiteradamente que adoctrinan – o que adoctrinarán si nos descuidamos - y que los niños y niñas son mucho más libres – o lo serán - en los centros privados o en los religiosos, porque estos, se asegura, no lo hacen. 

A veces, estas agencias actúan en colaboración con algún medio de comunicación. Por ejemplo, si uno de ellos está en contra de las iniciativas gubernamentales – de cualquier gobierno – contra la covid19, pues tal vez sean buenos aliados para hacer una campaña, como cuando se limita el acceso a un estadio estableciendo el aforo en 5.000 personas. Entonces, las agencias de descalificación pueden suministrar informaciones falsas e incluso teorías de la misma catadura: que si la afición está muy en contra de ese gobierno porque creen que es poca entrada para un partido de pre temporada tan importante… ¿Qué luego sólo acuden 2.000 personas al campo? Pues lo tienen sencillo: no es que la primera acción estuviera mal orientada, sino que, en realidad, ha habido tanto enfado que 3.000 forofos no han ido al estadio porque estaban en contra de aquella medida limitadora y han inhibido su amor por el club y el deporte rey para castigar al gobierno (esto es, que se fastidie mi capitán…). Pero de esta entente más íntima con los medios de comunicación escribiré en otro momento.

En el campo de oposición a las medidas pro salud y anti covid19 hemos visto grandes proezas descalificadoras a veces apoyadas en las estrategias negacionistas.

No todas las agencias de descalificación son capaces de diseñar teorías, muchas de ellas solo sirven groserías, eso sí, de un modo especial. Cualquiera puede utilizar el término “asqueroso” para describir un sitio sucio, lleno de basura y no es nada original ni nadie se asustará al oírlo, pero si se utiliza para describir a una persona, pongamos a una alcaldesa o a un presidente pues eso ya tiene otra dimensión…y otro precio, claro.

Estas agencias han sabido adaptarse muy bien a los nuevos tiempos porque consiguen clientes no solo entre los gabinetes de entes partidarios sino entre tertulianos que aparecen en las emisiones de radio y de televisión, cuando estos notan que su repertorio de insultos no consigue el impacto que ellos necesitan. Y además trabajan en todos los formatos posibles, facilitando contenidos para las redes, para entrevistas, para debates…

Uno de los productos de mayor éxito son los señuelos o, dicho de otro modo, qué puedo fabricar para que la atención sobre esta situación, que puede ser de éxito, se desplace hacia otro lugar o ámbito para hacerla tambalear. Frecuentemente este es un producto caro ya que, por ejemplo, hay que desplazar a personas a un lugar, buzonear, etc. hasta lograr que una “masa” – pueden valer hasta 50 personas siempre que el hecho se grabe adecuadamente – coree una consigna o muestre algunos carteles. O convencer a un líder de que se pronuncie sobre los riesgos de un determinado programa o actuación y tenga que trasladarse a foros corporativos e incluso viajar a organizaciones internacionales y aprovechar una rueda de prensa para otro asunto para colocar el señuelo.

Los generadores de descrédito y descalificación tocan el cielo cuando alguno de sus artilugios ya no tiene ni que explotar, cuando cumplen su fatídica función apenas se muestra una de sus partes, cuando una sola palabra o una sola imagen desata el miedo o la repulsa suficiente como para que el destinatario tiemble. Y entonces las tarifas se disparan.


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