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Una gran reforma para una reconstrucción vital.

 La ejecución del plan de recuperación, transformación y resiliencia (PRTR) está llamado a ser el instrumento clave para conseguir el enorme reto de salir con éxito de la pandemia que nos asola y paliar sus terribles efectos sanitarios, sociales y económicos, gestionando cerca de 140.000 millones de euros de fondos europeos.

Para su desarrollo, el gobierno de España está preparando la normativa necesaria – texto que ha difundido en fase de borrador para escándalo de quienes pregonan transparencia, pero cuando se ejerce la desprecian, dicho sea de paso – con un conjunto de medidas que tienen todo el perfil de una gran reforma inclusiva, digital, verde, y social, acotada, eso sí, a los límites concretos de los departamentos directamente involucrados.

No hay duda de que esta no es LA reforma para una Transformación Disruptiva por la que algunos venimos trabajando, sino UNA modernización, una reforma orientada a hacer viable el Plan de Recuperación (PRTR), sin más.  Pero, dado el tamaño del impresionante reto, no cabe duda de que, si sale bien, será una gran reforma, por lo que hay que desearla un fructífero recorrido y encararla con el mejor ánimo y energía, desde el momento de su presentación hasta el de su evaluación y el de la rendición de cuentas.

Cierto que, por el enfoque de su finalidad, pero, sobre todo, quizá por la urgencia necesaria, carece de elementos que le pudieran dar la auténtica dimensión de cambio radical y sistémico y que, desde los postulados de la innovación, son clave para asegurar el éxito. Y que, a quienes han elaborado el complejo y sofisticado Plan, podrían haberse sumado otras voces que, al parecer, se han quedado fuera. Vengo manteniendo que, el cambio que necesitamos, debería arrancar desde la constitución de un gran equipo integrado por los académicos que vienen protagonizando el debate por la transformación disruptiva, por ejemplo, Arenilla, J. Asensio, Lapuente, Longo, Ramió, Salvador, Varela, Villoria… Y por las entidades y los expertos vinculados a la gestión institucional que han ido aprendiendo y compartiendo en estos últimos años, como tantos de la Asociación Dirección Pública Profesional, de España.  Pero también, vengo manteniendo que el papel de la política no se puede ningunear. Por lógica democrática y constitucional y porque, según datos del CIS, la ciudadanía, preguntada sobre quién le gustaría que se hiciera cargo de un reto del calibre de la lucha contra la pandemia, señalaba a los gobiernos, con el perfil actual - de España, de las Comunidades Autónomas, o ambos en colaboración y otros – con una mayoría aplastante, mientras que quienes preferían un gobierno de otro tipo, liderado por médicos/as, científicos/as y expertos/as en sanidad independientes, u otros, estaba alrededor del 5%. Malas noticias para la antipolítica, parece.

Personalmente, acostumbrado a estimular, recibir positivamente y compartir cambios y mejoras públicas muchísimo más pequeños y vengan de donde vengan, me alineo con quienes aprecian más rasgos positivos que negativos en una propuesta que busca un impacto adicional en términos de PIB de 2,5 puntos anuales más para nuestro país. Y porque este cambio, esta gran reforma, puede hacer de tractor de la necesaria Transformación Disruptiva del resto de zonas de las Administraciones que el PRTR no tocará.  La armonización entre ambos conjuntos, conviene que comience cuanto antes, para un ensamblaje simultáneo, con aprendizajes mutuos.

De lo publicado – volviendo al texto que se ha difundido - me quedo, sobre todo, con:

a) El espíritu de auténtica gobernanza multinivel y con los nuevos órganos, entre otros la Comisión para la Recuperación, Transformación y Resiliencia.

b) La puesta en marcha de un portal web único del PRTR, ventanilla única del Plan, y “help-desk”.

c) La creación de los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) para la movilización de recursos mediante la colaboración público-privada.

d) La figura de las Agrupaciones para la presentación de solicitudes a convocatorias de ayudas.

e) La posibilidad de creación de unidades temporales para la gestión y ejecución de proyectos.

f) El aprovechamiento del talento de las personas, movilizando y redistribuyendo los recursos necesarios, fomentando la capacitación del personal y el reconocimiento del trabajo individual y colectivo.

g) Y, por supuesto, la recuperación de las Agencias estatales como organismo público - creadas con la Ley 28/2006 y suprimidas formalmente por la Ley 40/2015 – con su apuesta por la dirección pública profesional.

En fin, un conjunto de elementos que configuran un cambio relevante, enfocado a la gestión eficiente del PRTR, pero que puede hacer de tractor de la necesaria gran reforma global de nuestras Administraciones, por la que seguiremos trabajando.

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