Quienes hemos estado acostumbrados a convivir con un alto volumen de información, mediática y/o laboral, y nos hemos visto, obligados por la fatiga pandémica, a plantearnos gestionar de otro modo la cantidad de noticias y comentarios que recibimos, lo estamos haciendo de maneras muy diversas.
En mi caso, he ensayado cuatro de los caminos posibles.
Por un lado, reducir el uso de redes sociales, dado el interés de algunos en vendernos continuamente todo tipo de “crecepelos” para el alma y promociones de las cosas inútiles más diversas, junto a un alud general de falta de empatía y respeto individual y social.
Por otro, disminuir el consumo de medios – o sus tertulias, informativos…- que he venido utilizando como contraste de mis posiciones habituales, en una, para mi y hasta ahora, sana actitud de ampliación de la perspectiva, que comencé hace cerca de 30 años.
Por otro más, apartar del menú “propio” a los nuevos braceadores y vociferadores, esos profesionales (¿) que viven de la exageración, el escándalo, de lo que nos hace peores…enfatizando las noticias o comentarios negativos, con su voz o con sus gestos, hasta llegar a la caricatura. Así, he ido descartado a un responsable de asuntos económicos, que está convencido de que el mundo va a acabar en cada “guerra” que diariamente describe – comercial, de tarifas, de las instituciones, de las bolsas… -, he apartado a un responsable de la predicción meteorológica, que con el ceño fruncido y de medio lado agita las manos como si tuviera estertores, y he silenciado las tertulias que incluyen expertos (?) que llevan un dorsal con colores tan vistosos que parecen patrocinados…
Y, finalmente, estoy ensayando, en estos días, otro nivel más, que consiste en reducir hasta casi el extremo, manteniendo sólo la lectura, un par de veces al día, y solo de los medios de mayor calidad, los titulares de las noticias.
Confieso que espero que estas restricciones / precauciones sean por poco tiempo porque, quienes defienden el ejercicio de la comunicación de masas desde el respeto y la ausencia de voceadores, logren generar y mantener espacios honrados, sin bulos, patrocinios enmascarados, ni crispación, de manera que pueda volver a ver, leer o escuchar, con apetito informativo.
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